- El circuito de arte se desarrolló en las ciudades de Irapuato, León y Guanajuato
- Del 11 al 22 de abril se desarrollaron 37 talleres
Para hacer posible la programación establecida desde su
origen, Arborece contó con la colaboración de creadores que se han ido
especializando también como talleristas de las disciplinas en las que han
fincado sus trayectorias. La directora, Ana Montiel, reconoce que la motivación
para crear este concepto que es un encuentro de artistas para la sociedad, nace
de la inquietud de abordar la situación de violencia que se vive a nivel
nacional y la conciencia de que hay que trabajar con las familias para
reconstruir el tejido social.
“Cualquier expresión artística se convierte en arte cuando
trasciende y toca a las personas en su individualidad, cuando les impacta y
deja huella, por ello –para desarrollar esta edición- era importante encontrar
artistas que tuvieran una forma de hacer sinergia tanto con las necesidades
sociales, como del aspecto interior de las personas y que se pudiera generar y
dejar herramientas creativas para redireccionar sus inquietudes y expresar sus
necesidades a través de éstas.”
En ese sentido Bruno Salvador, artista escénico de
trayectoria internacional, estuvo a cargo de un taller de improvisación
dirigido a mujeres, al que asistieron 20 fluctuantes con la presencia constante
de 12 de ellas. Al concluir y ver el resultado de lo desarrollado en las
sesiones aseguró que “ahora más que nunca saben que al transformarse y
evolucionar ellas mismas, están transformando y evolucionando su comunidad”.
“Lo que me llevo como aprendizaje es la persistencia de
estas mujeres para alcanzar aguas más altas calmadas, cual salmones nadando
contra corriente, animando a nuevas salmones a descubrir el camino de ascenso
del conocimiento y la conciencia.” “Gracias por la calidez y las entregas en
las dinámicas. Gracias por enseñarme nuevos universos. Gracias a cada una por
su trabajo. Gracias a Arborece por crear estos momentos creativos para lograr
evolución en las consciencias”. Concluyó Bruno Salvador.
Andrés Solís impartió un taller de improvisación musical en
la Escuela Diocesana de Música Sacra de Irapuato para 21 alumnos, todos
músicos. Menciona que de la primera sesión a la última fue notable la evolución
“al principio estaban inhibidos ya que no tienen mucha experiencia con la
improvisación”.
Dejó claro en sus alumnos que “en el taller no se viene a
juzgar a nadie, se viene a aprender. No importa equivocarse y si sucede hay que
practicar la idea de que al menos en la improvisación de la música no hay
errores; si hubiese un aparente error se puede integrar a la misma
improvisación por medio de la repetición y hacer énfasis en el supuesto error y
así esos ‘errores’ se convierten en parte de la musicalidad”.
El resultado final se pudo apreciar en la presentación de un
ensamble de música improvisada utilizando instrumentos como el violín, el
chello, la viola, la trompeta, tuba, trombón, contrabajo, piano y guitarras.
“La improvisación lo que tiene es que mientras más lo haces más te sueltas, más
te dejas de preocupar de lo que piensan los demás”.
“Quedé muy satisfecho
con el resultado y también recibí comentarios positivos de los participantes,
por lo que considero que se cumplió con el objetivo”, aseguró Andrés Solís.
En el caso de la participación de la actriz de cine Anajosé
Aldrete Echevarría, aplicó sus conocimientos y herramientas para un taller
integral sobre bullying y equidad de género, uno de los procesos vivenciales
también relevante, en Arborece, fue la representación de una obra integrada por
las experiencias de mujeres que luego de vivir situaciones de extrema violencia
con sus parejas, se encuentras refugiadas y protegidas por las autoridades en
el Centro Externo Mi casa, donde reciben clases de guitarra, corte y
confección, repostería y computación, a manera de preparación para su
reintegración a la sociedad.
Las participantes fueron 7 madres de familia y una joven
adolescente que con las enseñanzas de Anajosé y Sandra Milena, además de la
guía del hipnoterapeuta Juan Alfonso
Torres, para el manejo de sus emociones en el escenario, lograron llevar a
escena un texto sensible, emotivo, profundamente doloroso, con ciertos asomos
de alegría y esperanza, cumpliendo así con la intención de que se miraran así
mismas como mujeres con alto potencial para seguir adelante a cargo de sus
hijos, sin volver a ser víctimas de nadie. La representación final del trabajo
se complementó con la intervención de Sandra Milena Gómez para los aspectos de
danza y la musicalización de Andrés Solís.
Sandra Milena Gómez estuvo a cargo del taller de danza
“Seres libres” en el Centro Externo Mi casa, trabajó con 7 mujeres refugiadas
en el centro y con 12 niñas y niños. Aunque breve, “a lo largo del taller se
avanzó notoriamente en su trabajo con respecto a ciertos conceptos e ideas de
empoderamiento del género. La muestra les resultó muy benéfica, pudieron sacar
muchas cosas tanto en el taller como en la escenificación de la obra basada en
sus vivencias y pudieron externar lo que tenían guardado y eso les ayuda a
sanar”.
La idea del taller era que, a partir de unas herramientas
con ejercicios de danza y teatro, ellas pudieran acercarse a ciertos conceptos
“para tomar decisiones, creer en sí mismas, sobre el poder de líderes que
tienen, creerlo y asimilarlo para que así puedan tener otro punto de vista
acerca de su rol de mujeres”.
“Creo que este tipo de trabajo es muy importante, acercarse
a las comunidades donde no llegan estos talleres artísticos.” “He tenido otras
experiencias en India y en Colombia, pero hay que llegar un poco más donde no
llegan este tipo de actividades como es el caso de este refugio”. Refiriéndose
a las mujeres refugiadas, comparte que “ellas mencionan que sienten que esta
experiencia les ayudó mucho más que la atención psicológica que reciben ahí”,
por lo que considera importante sumar al apoyo psicológico una atención desde
el punto de vista de desarrollo artístico.
Por su lado, para la escritora y poeta Cynthia Franco, quien
impartió el taller “Mural Poético: Voces Visibles” que trató de cruzar la
frontera, los límites entre la persona y el lenguaje no dicho. Entre la persona
y sus silencios reprimidos, Arborece “más que un circuito de artes y más que
ser “tallerista”, significó asumir la voluntad de luchar y arriesgar para
entrar con fuerza al trabajo dirigido a comunidades afectadas por la violencia y
el desarraigo, todos tan diversos. Comenzar a trabajar desde un lugar incómodo
justo por entrar en un espacio inseguro, un espacio de otredad. Una otredad
alejada de la cultura de paz y no violencia, alejada del arte como medio para
sanar y que la rabia que han acumulado actuara como resilencia, como
re-existencia”.
“Fue una experiencia de aprendizaje tanto con padres y
madres de familia que estaban ávidos por encontrar vías de encuentro con otros
públicos y sobre todo, puntos de liberación desde dentro hacia fuera. Volver a
reír y activar la memoria a través de la escritura. También con las mujeres
refugiadas fue ver espejos, dolores, heridas que podían transmutar en
liberación. Con niños y niñas indígenas, fue mostrarles la palabra como
empoderamiento, como posicionamiento ante el mundo. Así es la palabra. Canto
para reconocernos al nombrar.” Narró la creadora. “Agradezco esta oportunidad y
la organización del circuito tan precisa.” Concluyó al término de su
participación en esta primera edición de Arborece.
El taller de formación coral, “Musicalidad, un fenómeno de
relaciones”, estuvo a cargo de la cantante y directora Itzel Rodríguez Macías,
quien impartió sus sesiones a un grupo de 50 participantes que ya forman parte
del coro de la Escuela Superior Diocesana de Música Sacra, en Irapuato, y
desarrolló con ellos diversos ensambles en los que los dividía en 2, 3, 4 o 5
grupos que contaban con uno o más dirigentes y ordenadamente marcaban la pauta
para dar pie a nuevos ritmos y sonidos emitidos con la voz, las palmas e
incluso con los pies. Algunos participantes, de pronto participaban dentro de
los ensambles como solistas, dando así rienda suelta a improvisaciones que
generaron piezas únicas.
Fue justamente con la presentación del grupo que participó
en “Musicalidad, un fenómeno de relaciones”, que el domingo 23 de abril
concluyeron las actividades de la primera edición de Arborece, misma que contó
con la importante alianza de Animasivo Festival de Animación Contemporánea de
la Ciudad de México y de artistas e instituciones que sin su interés y apoyo no
hubiese sido posible llegar a tantas personas.
Al concluir Arborece su directora, Ana Montiel se muestra
contenta, e impresionada por los alcances e impacto que cada una de las
actividades logró en todos los involucrados. “A pesar de haber creado la
programación, para mí fue muy sorpresivo. No esperaba la magnitud del impacto
que se logró en conjunto. El enriquecimiento que dejan estas experiencias es
tanto para los asistentes a los que se dirigieron las actividades, como para
los artistas involucrados y para el equipo que encabezo como
organizadora.” Igualmente, externó su
entusiasmo por preparar una siguiente edición de Arborece, que podría tener
sede en cualquier estado de la república mexicana, ya que se pretende continuar
con esta labor que se espera logre un beneficio social a nivel nacional.
La primera edición de Arborece se realizó principalmente
gracias al entusiasmo y disposición de cada uno de los asistentes a talleres,
funciones y presentaciones con el valioso respaldo y participación de Extensión
Cultural de la Universidad de Guanajuato, Instituto Cultural de León, Centro de
Atención Mi Casa, Centro de Desarrollo Indígena Loyola A.C, Foro Inundación,
Centro Regional de Expresión Artística CREA, Escuela Superior de Música Sacra
de Irapuato, Galería Corazón Parlante, Centro Cultural Mariel y Proyecto
Antipasto, entre otros.
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